Hace tiempo que no escribo sobre ninguno de mis viajes. Cada día me cuesta más. En el momento, apetece sacar fotos y relatar cada una de las sensaciones gastronómicas vividas; sin embargo, a la vuelta, me parece una grandísima estupidez.
Lo considero sencillo de comprender. En mi opinión, no es posible transmitir mediante un post los sabores y las sensaciones que transmite un alimento determinado en su origen. Para comprender la idiosincrasia de un plato es necesario entenderlo en su contexto, en el estilo de vida del país, en los productos de la zona, en la situación del lugar...etc.
Por esta razón no escribo sobre lo que me he encontrado. No obstante, intento por todos los medios recrear esas sensaciones vividas. Pero, me pregunto: ¿cómo las recrean aquellos que no viajan? No pueden, así de simple. Curiosamente, buscan en internet lo que han aprendido el resto y luego lo transmiten como propio, a menudo, sin referencia alguna, lo que se puede considerar una estafa.
Esta semana santa la he pasado en Palestina. En Palestina y los territorios ocupados de Palestina. Desgraciadamente, el estado de Israel no sólo se ha apropiado de la tierra palestina, sino que además, también se cree con el derecho de robarles su tradición gastronómica.
La gastronomía palestina está incluida en la comúnmente llamada gastronomía levantina, que engloba paises como Palestina, Libano, Siria y Jordania. Pero Israel también se está apropiando de la misma y si leéis sobre gastronomía israelí, os encontrareis con que su gran mayoría de platos coinciden con los de los países anteriormente mencionados.
Shakshukas hay muchos, internet está lleno. Este último viaje he probado unos cuantos shakshukas como para tener claros algunos conceptos sobre el shakshuka. Además, curiosamente, en Jerusalem, tuve la fortuna de pasar unos días con David Abitbol, judío procedente de marruecos que considera una aberración el mal trato que se le está haciendo a este plato. Podéis leer aquí su artículo sobre el tema.
Es realmente gracioso encontrarte con alguien culturalmente tan ajeno a ti, y opinar igual. Al igual que a mí me repatea el que se añada tomate a la salsa vizcaína o que se engorde la salsa española con harina, a David le repatea que le pongan cebolla al shakshuka.
Y, como él, opino que no hay ningún problema en modificar ciertos platos, pero, por favor, no le llamemos salsa vizcaina o shakshuka, llamémoslos de otra manera.
Los shakshuka que yo he probado no llevaban cebolla, el tomate estaba ligeramente churruscado, la salsa era espesa, y me los he encontrado tanto con pimiento verde como con pimiento rojo.
Sin lugar a ninguna duda, el mejor shakshuka que probé fue en Tel Aviv, sí gente, así es. El local se llamaba Dr. Shakshuka y está situado en el barrio de Jaffa. Una verdadera delicia.
Siguiendo mi memoria gustativa, y confiando, muy acertadamente, en la receta que Yotam Ottolenghi publica en su libro Jerusalem, he cocinado un shakshuka de escándalo.
- 2 cucharadas de aceite de oliva
- 2 cucharadas de pasta de chile (La que tengas. En mi caso una Yemení)
- 2 cucharaditas de concentrado de tomate
- 2 pimientos rojos cortados en dados
- 4 dientes de ajo majados
- 1 cucharadita de comino molido
- 5 tomates grandes muy maduros (yo enteros de lata)
- 4 huevos de granja
- sal
- Calentar el aceite
- sofreir el comino
- añadir: la pasta de chile, el concentrado de tomate, los pimientos, el ajo y sal
- sofreir hasta que los pimientos se ablanden
- añadir los tomates
- dejar hasta obtener una salsa espesa
- rectificar de sal
- formar cuatro huecos en la salsa
- añadir los huevos
- sofreir hasta conseguir la consistencia deseada